divendres, 22 d’abril del 2016

Premis XVI Jocs Florals 2016 de poesia en català de 4t d'ESO.

EL FOC

Bressol de la humanitat,
gran font de passió i energia,
llum que aporta comoditat
tant si és de nit com si és de dia.


Pot escalfar els nostres cors,
pot cremar boscos i vil·les,
pot aterrir bruixes i llops
o acabar amb les nostres vides.


Del cor de la Terra és el nucli,
dels dracs llegendaris, l’essència,
i de l’univers, les estrelles
que en la foscor ens guien.


Els homes sempre el cerquem,
tot i no ser pas de fiar,
perquè la seva hipnotitzant dansa
ens sedueix amb riscoses guspires.


Commoguts per sa grandesa
perseguim sa lluentor
que ens meravella en mirar-la
i ens fa sentir com nadons.

                                                                              
Guillem Beteta
4t ESO (primer premi)






LA MAR

Amb una mirada veus la immensitat,
que t’omple de calma i tranquil.litat.
Onades que arriben des de l’horitzó
amb energia i sense por.


 Remolins de sorra i d’escuma,
en moviment constant.
Vent que t’omple i et perfuma
i que t’acaba enamorant.


 Corrent que banya les roques
i deixa empremta al passar.
La nit la deixa a les fosques,
i tenyeix de blau fort la mar.



Li dóna música a l’oïda
la sal li dóna sabor.
Els peixos li donen vida.
La mar és tot amor.

Emma Balaguer
4t ESO (segon premi)

Premis XVI Jocs Florals 2016 de prosa en castellà de 4t d'ESO.


BLANCO

Blanco, todo era blanco.

Aunque, bueno, tampoco era de esperar ver colores cálidos y acogedores que recordaran épocas felices de tu vida, ya que, esto era un campo de batalla, donde tu muerte no dependía de qué fuerte lucharas sino de unas manos frías que podían llegar demasiado tarde.

Todo era frío, era hostil.  Inmediatamente sentí que cada parte de mí se tensaba cuando oí pequeños pitidos a lo lejos; esa era la famosa alarma, el aviso que con rudeza te decía que estabas muriendo.

Mi cuerpo estaba sumido en la desesperación, quería gritar y salir corriendo de allí hasta llegar a un lugar donde no sintiera miedo alguno, donde pudiera descansar, donde ningún prejuicio me acompañara hasta la muerte.

En un instante, mi respiración comenzó a sentirse irregular, mi cabeza dolía, y lo único que percibía era el olor del miedo.

Lo irónico de este tipo de lugares es que pretenden que pases los últimos momentos más agradables y  de la manera menos dolorosa, pero siempre resultaba más duro, más frío.

Lo último que pude oír antes de cerrar los ojos, fueron los gritos desesperados de la voz de Emily, mi hija.  No quería que me viera de esa manera, no ella, no quería oír sus desesperados gemidos de dolor y sus fuertes sollozos.  Intenté gritar y pedir casi de inmediato que la sacaran de allí, pero fue entonces cuando oí esa alarma, la alarma definitiva, me estaba avisando, me gritaba furiosa, me golpeaba en los oídos para que reaccionara, no podía moverme, sentía un dolor intenso en el lateral izquierdo de mi pecho y gritaba en silencio, grité hasta que el pitido se escuchó como un leve susurro, y entonces, escuché que me dijo: “¿Es demasiado tarde ya como para remediar las cosas, o… no lo es?”

Fue ahí cuando abrí mis ojos, también ocurrió todo a cámara lenta; un tren de alta velocidad, una mujer cruzando la calle y yo.

                                                                                           Dahianna Herrera

                                                                                           4º ESO (primer premio)

                                                                  EL SUEÑO

Era un abuelo pobre y solitario que no había tenido mucha suerte en la vida, pero a pesar de eso su carácter siempre había sido muy alegre, le encantaba jugar, hasta en sueños jugaba.  Y jugaba a lo único que tenía: la vida que había vivido.  Al amanecer, se imaginaba que era un mocoso que correteaba por el patio de la casa familiar; por la mañana, el mocoso se convertía en un adolescente que se comía con los ojos a la hija del vecino de enfrente de su pueblo natal; al mediodía, el adolescente se transformaba en un apuesto hombre que, acompañado por la hija del vecino, ya una bella mujer, cortejaba al futuro en la orilla de la playa; por la tarde, el hombre se transformaba en un padre primerizo que, junto a la mujer bella y amada, ahora madre, caminaba por el parque empujando la sillita en la que dormía plácidamente un hermoso bebé; al anochecer, el padre era un viejo viudo que se introducía en la cama acompañado de los recuerdos coleccionados en sus ochenta y cinco años de vida.  De madrugada, en sueños, se lo pasaba en grande jugando al juego de la vida ya que era todo como él quería.

                                                                                                Adrià Ferreiro

                                                                                               4ºESO (segundo premio)